Pedacitos de mí

Ellos no están, pero están.

Mi madre me tuvo joven, con 21 años. Mi hermano llegó cinco años después, cuando estaba a punto de cumplir 26. Dos años después, desapareció de nuestras vidas. No fue algo que ella planeara, murió de leucemia, enfermedad con la que llevaba un año luchando. Yo tenía 7 años, mi hermano 2, mi padre 37 y mi madre 28. Se fue con 28 años y una familia que la necesitaba. Se fue y desapareció. Se convirtió en un tema tabú. Oía a mucha gente decir lo buena que era mi madre, lo risueña y divertida que era, pero yo no me acuerdo. Nadie me hablaba de ella y aún, hoy en día, nadie me habla de ella. Pasé de niña a mayor en un momento. Mi hermano y yo nos fuimos a vivir con mi abuela materna. Tengo que decir que perdimos una madre y ganamos tres (mi abuela, su hermana y mi tía, hermana de mi madre). Pero, como decía, yo tuve que crecer muy rápido; mi tía acababa de dar a luz a mi primo (que acabó siendo un hermano) y las dos mayores se dedicaron en cuerpo y alma a un niño que no sabía casi ni hablar. Nunca me faltó de nada, eso que quede claro, pero me hice muy seca, seria y poco comunicativa (que no poco habladora), porque pocas muestras de cariño se daban, todo el mundo quedó muy dañado por la pérdida. Recorriendo fotos me veo casi siempre seria. La presión que te produce el tener que hacerlo todo bien porque no hay tiempo de corregirte a ti me hizo muy insegura. Había madurado en algunos aspectos, en otros no. Pero, por suerte, llegada mi adolescencia cambié.

A mi padre le tocó el turno doce años después, con 48 años y muy cerca del cumpleaños de mi hermano. Yo ya tenía 19 años y, sinceramente, me dolió más, porque a él si lo conocía. La noticia nos cayó muy mal, tanto a mi hermano como a mí. También había luchado durante dos años con un cáncer. Cosas que pasan, me repito. Era el mejor momento de su vida tras la muerte de mi madre. Había recuperado el buen humor, trabajaba cómoda y establemente y había pasado su depresión. Pero es ley de vida que los hijos entierren a sus padres. Nos tocó pronto, sí. Marcó nuestro carácter, también. Pero mi hermano y yo hemos salido adelante. Somos como somos por lo que hemos vivido.

Debido a la pronta partida de mis padres y de que no tengo apenas recuerdos de mi madre, he decidido dejarle una serie de notas a mi hijo. Apuntes en los que le explique cuánto lo quiero, lo orgullosa que estoy de él y lo feliz que me hace. Confío en que le ayude si algún día no estoy.

2 respuestas a “Ellos no están, pero están.

  1. Solo decirte que te quiero mucho,como tu dices me convertí en casi una madre para ti,aunque nunca deje que te olvidarás de tu verdadera madre…………TE quiero como a una hija y aunque no te lo diga con palabras,lo sabes.
    Además me has dado un SobrinoNieto precioso

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    1. Tú sabes que yo no soy de expresar mi amor por todos mis poros. Estoy llena de agradecimiento por lo que hicieron por nosotros. No se me ocurre mejor manera de agradecerlo que hacerlo público y que, quien sea que lo lea, sepa que tengo las mejores tres madres postizas del mundo. Gracias de corazón por cuidarnos. Te quiero mucho yo también.

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